Durante un viaje en tren por Europa en el verano de 2017, dejé toda mi insulina en un frigorífico en una habitación de hotel en Italia. Nos quedamos en Italia durante dos noches y unos días después, cuando cambié mi insulina en mis jeringas por la insulina que estaba en este frigorífico, mi nivel de azúcar en sangre comenzó a subir. Poco a poco empecé a aumentar mis dosis, primero unas pocas unidades, creyendo que podría tener una infección. Poco a poco empeoré. Me sentía deshidratado, tenía dolor de cabeza, náuseas y estaba mareado. Cuando había duplicado las dosis normales, pero seguía teniendo un nivel alto de azúcar en sangre, mi compañero de viaje y yo empezamos a pensar en dónde había guardado mi insulina durante el viaje. Mi compañero de viaje se había dado cuenta de que una botella de zumo que estaba en la puerta del frigorífico en Italia estaba helada una mañana. Mi insulina había estado junto al zumo. Si hubiera tenido un InsulinSaver durante este viaje, habría tenido una indicación de que mi insulina había estado expuesta a una temperatura demasiado baja antes de que mi cuerpo hubiera tenido que sufrir.